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Este artículo científico se dirige a todas las personas interesadas por la idea de que las plantas y los árboles, lejos de ser simples máquinas de producción de azúcares y verdor, son también seres sensibles con los que podemos mantener relaciones por medio de un lenguaje musical. Trataré aquí de lo que se refiere a la ciencia de mañana, así que invito a quienes tengan dudas sobre mi competencia científica, a consultar mi perfil disponible en la página https://marchenry.org/profile/marc- henry /. De hecho, mi actividad de investigación científica figura en Publons, Google Scholar o Research Gate. Tengo un identificador ORCID para « Web of Science », el servicio de información universitaria digital dirigido por una división del grupo canadiense Thomson Reuters. Mis cuarenta años dedicados a la investigación científica y mis 27 años de docencia universitaria me han permitido abarcar un amplio espectro de conocimientos, desde la física cuántica de campos hasta la lucha contra el cáncer, pasando por la química de materiales y la biología molecular. Mi especialidad es la comprensión el agua, así que naturalmente, me atrajeron las plantas que usan agua junto con dióxido de carbono y fotones de luz para producir nutrientes para todos los animales de este planeta. Descubrí el trabajo de Jean Thoby en Gaujacq, durante su aparición en el programa «28 minutos» emitido el 24 de mayo de 2019 en el canal ARTE. Así que aproveché mis vacaciones de agosto de 2019 para ir a Gaujacq y ver qué pasaba en el campo. Por supuesto, invertí en un dispositivo para hacer que las plantas cantaran. Fui convencido de los méritos del trabajo realizado en Gaujacq y acepté formar parte del grupo de quince investigadores que están trabajando con Jean y Frédérique Thoby para desarrollar esta nueva ciencia que fue bautizada en 2014 «Fito-neurología”.

De hecho, en un mundo en el que solo cuentan la velocidad y el movimiento, las plantas nos parecen muy torpes e inmóviles, sujetas a los caprichos del viento y la lluvia. Lo primero que se puede hacer para darse cuenta de que las plantas se mueven y evolucionan como nosotros, es fotografiar la misma planta con varias horas de diferencia durante un largo período de tiempo. Una vez tomadas las fotos, basta con pasarlas a razón de 25 imágenes por segundo para revelar todos los movimientos sutiles y elegantes de estos seres vivos condenados por la naturaleza a permanecer siempre enraizados en la misma posición espacial. Entonces, al igual que un animal, la planta siente su entorno y se mueve lenta y majestuosamente en escalas de tiempo mucho más largas que las que caracterizan el movimiento animal. Pero ¿podemos ir más allá e intentar dialogar con una planta como lo haríamos con un animal, o incluso con otra persona?

La idea parece un tanto absurda al principio, porque nada en nuestra educación moderna nos prepara para dirigirnos a las plantas para indagar sobre su bienestar, o quizás incluso para indagar sobre nuestra propia salud. Porque si consideramos la larga cadena de vida desde las primeras bacterias hasta los primeros animales, encontramos las plantas, que aparecieron en nuestro planeta hace unos 400 millones de años. En cambio, los humanos aparecimos hace solo 4 millones de años. Así, en comparación con las plantas, somos unos bebés y, por lo tanto, probablemente tengamos todavía mucho que aprender de ellas. Para las sociedades llamadas «primitivas» [1], es además obvio que la planta es un ser sensible al que uno puede dirigirse durante los rituales [2-3].

Mi visita a Gaujacq me confirmó entonces todo el interés de dialogar con las plantas en lugar de considerarlas como simples adornos. El chamanismo no se usa en el Plantarium de Gaujacq donde se encuentran más de 3000 especies. La idea aquí es hacer que las plantas canten capturando su actividad eléctrica mediante dos electrodos, uno en la raíz de la planta y el otro en una hoja o una flor. Esta actividad eléctrica refleja el comportamiento de la planta ante lo que ocurre en su entorno inmediato, actividad humana o animal, y que la hace reaccionar. Oscilaciones, vibraciones que, una vez transcodificadas y amplificadas, se convierten en notas de música. Basta entonces con asociar este tabique vegetal con instrumentos. Así, los «musinieristas» descubrieron que cada especie de planta «cantaba» de forma diferente según la atmósfera y la ubicación geográfica [4].

Hoy en día sabemos que cualquier ser vivo, siguiendo el incesante movimiento de iones en su agua de constitución (99% en número de moléculas), emite continuamente un campo electromagnético coherente detectable con SQUIDs. Para los humanos, tres órganos principales están involucrados en esta emisión electromagnética, en orden de intensidad creciente: cerebro <intestinos <corazón [5]. De modo que es el corazón el origen de la mayor intensidad. En lo que se refiere a la planta, ella tiene savia, en la que encontramos el mismo movimiento de agua e iones, con una actividad eléctrica de intensidad parecida, registrada por los dispositivos desarrollados en Gaujacq. Cuando tenemos una emoción o un pensamiento, obviamente nuestro flujo sanguíneo se modifica y esta modificación influye sobre el campo magnético emitido por nuestro corazón. La planta, dependiente de su entorno, hace variar el flujo de savia y además emite un campo electromagnético que interfiere con el que emite el corazón de un ser humano. Entonces, no hay nada extraño en poder hablar con las plantas con nuestro corazón, lo cual es obvio para todas las culturas «primitivas».

Así podemos hablar con el yo de otros seres vivos sin la barrera de filtrado del ancho de banda muy bajo del yo consciente [5]. El problema con este modo de comunicación es que tienes que estar entrenado en el trance autoinducido y reconocer que el agua de hidratación de cualquier membrana celular puede memorizar y procesar información [6].

Queda la conversión de las señales eléctricas emitidas por las plantas en notas musicales. La técnica de escucha o grabación es simple y accesible para cualquier persona que dispone de un dispositivo que haga todo el trabajo. Por tanto, todo el mundo puede experimentar en casa o en la naturaleza. El problema, por supuesto, es la interpretación de la música emitida y aquí es donde interviene el musinierista. De hecho, se sabe que la música puede tener efectos biológicos en el cuerpo entero por la estimulación de la actividad cerebral mediante mecanismos que involucran el pensamiento, el sentimiento y las emociones. Por suerte, contamos con herramientas científicas que permiten interpretar las notas emitidas por una planta. La idea de base involucra lo que se llama la invariancia de escala, que establece que un fenómeno invariante de escala no puede verse afectado por ningún cambio en la escala de observación. La música es un excelente ejemplo de un fenómeno que involucra la invariancia de escala por transposición de octava. La física de las ondas sonoras nos demuestra que es posible hacer coincidir cualquier nota musical con una determinada frecuencia vibratoria. Si cambia la frecuencia, cambia la nota, a menos que la nueva nota tenga una frecuencia doble o mitad de la nota inicial. Y en música, duplicar la frecuencia significa tocar la misma nota en una octava más alta. Entonces, a través de proporciones que involucran el número 2, la frecuencia puede cambiar, pero no la nota que siempre permanece igual. Otra forma de resaltar la invariancia de escala en la música es considerar, no las propias notas, sino los intervalos entre dos notas. Por lo tanto, tomemos un intervalo de quinta (do-sol por ejemplo), que en términos de frecuencias significa una relación de 3/2 = 1,5. Y allí, no aparece la frecuencia de las dos notas. Dada f0 la frecuencia de un diapasón de referencia, volveremos a encontrar la relación de quinta 3f0/2f0 = 3/2 para cualquier frecuencia f0, por pequeña o grande que sea. De ahí la invariancia de escala de cualquier pieza musical basada en una escala temperada en la que la octava se divide en n partes iguales [7].

Consideremos ahora la física moderna que nos enseña que para que el núcleo atómico donde el átomo sea estable, la materia debe comportarse como una onda con una frecuencia f condicionada por la masa m: f = m (c2/h), donde c y h son dos constantes universales (velocidad de la luz en el vacío para c y cuanto de acción para h), invariantes de escala. Esta relación llamada de Einstein-De Broglie permite relacionar cualquier masa m con una frecuencia f y, por tanto, con una determinada nota de música. Por supuesto, dado el valor de c muy elevado y la extrema pequeñez del cuanto de acción h, la frecuencia f es gigantesca, superando ampliamente el valor de 1024 hercios. Pero no importa, porque mientras consideremos una sucesión de notas de música, aparecen entre ellas las famosas relaciones musicales de segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta, séptima o unísono, que son invariantes de escala y permanecen igual sean cuales sean las frecuencias de cada nota que solo dependen de la masa considerada. Sin embargo, en la física no relativista que es la que se aplica a los objetos macroscópicos como un ser humano o una planta, se conserva la masa pase lo que pase. De ello se deduce que, a cualquier serie de masa debe corresponder una serie de notas, es decir, una pieza musical.

El siguiente paso es buscar en la naturaleza cualquier fenómeno que involucre una serie de masas. Una primera serie se encuentra fácilmente durante la descomposición de una partícula de materia inestable (creada en un acelerador de partículas) que se fragmenta en partículas más pequeñas. Si la idea es correcta, deberíamos poder encontrar después de la desintegración de la partícula inestable un determinado espectro de masa que corresponde a un acorde musical. La experiencia con aceleradores de partículas elementales confirma que es efectivamente lo que sucede [8]. Otro ejemplo de serie de masas lo proporciona la secuencia de aminoácidos que caracteriza cualquier proteína. En tal caso también, podemos establecer una correspondencia entre la masa de cada aminoácido y una nota de música y así relacionar con cualquier proteína una pieza musical llamada “proteodía” [9]. Una empresa llamada «Genodics» (ver la página web https://genodics.com/) se ha especializado en el uso de esta herramienta de regulación epigenética en agricultura con un notable éxito [10]. En el plantarium de Gaujacq, se utiliza la misma herramienta, pero haciéndola funcionar en el otro sentido, es decir, partiendo de una pieza musical generada por una planta, se buscan las proteínas que han sido codificadas por la planta, ya sea para expresar su malestar (enfermedad), o para expresar el malestar de una persona que se encuentra enfrente de la planta y está escuchando la música que produce. Porque los estudios han demostrado que, si durante los primeros minutos, la planta se presenta y habla de ella misma, después de un tiempo más o menos variable según la persona que escucha, ya no habla de ella sino de la persona con la que ha logrado establecer un contacto a través de las ondas de escala como lo describe la teoría de Joël Sternheimer y que transcribe en actividad eléctrica.

En conclusión, podemos decir que la genódica basada en el concepto de ondas de escala emitidas por cualquier ser vivo ya ha demostrado su validez en el campo, pero todavía tiene que convencer a los científicos arraigados en el “todo materia”. Porque las ondas de escala no se propagan en el espacio-tiempo tetradimensional de la física relativista, sino según una quinta dimensión autónoma cuya existencia está asegurada por el grupo de simetría conforme ISO(4,2) dejando las ecuaciones de Maxwell invariantes [5]. Este grupo ISO(4,2) refleja el altísimo nivel de simetría del vacío cuántico relativista que se rompe en presencia de materia. Esta ruptura de simetría genera la aparición, lejos de cualquier materia, del grupo de Poincaré ISO(3,1) del espacio-tiempo de Minkowski que es el de un vacío plano con curvatura nula o el grupo ISO(4,1) del espacio-tiempo de DeSitter que es el de un vacío con curvatura positiva. Estas nociones todavía se discuten ampliamente y son discutibles en la física teórica. Porque detrás de las ampliaciones del grupo de Poincaré ISO(3.1) a ISO(4.1) y luego a ISO(4.2), muy probablemente, está el poder distinguir entre materia inerte y materia viva (primera ampliación que implica la existencia de ondas de escala) y el poder distinguir entre materia viva y materia consciente (segunda ampliación que implica la superioridad de la conciencia sobre la materia [11-12]).

A nivel práctico, la principal consecuencia de estas investigaciones teóricas es la idea de que a través de la música podemos entrar en estrecha comunicación con las plantas. Dicho de otra manera, si las plantas son fuente de alimento, también pueden guiarnos gracias a su experiencia de 400 millones de años en las crisis tecnológicas que se anuncian en un futuro muy próximo. Por lo tanto, llamamos la atención de los agricultores, jardineros y, en general, de todos aquellos que trabajan con materia vegetal (floristas, viveristas, trabajadores municipales que aplican herbicidas, representantes locales responsables del embellecimiento de nuestros lugares de vida), a una toma de conciencia colectiva sobre el papel que las plantas pueden desempeñar para el bienestar humano. Los esfuerzos para convertirse en musinierista deben alentarse y ser apoyados con fuerza y determinación y no deben ser vistos con sospecha y escepticismo. El futuro de la humanidad quizás se esté jugando en este momento en la relación que sabremos establecer con las plantas, relación que debe implicar reciprocidad y estima entre dos especies terrestres y no dominación y violencia de una de las especies hacia la otra considerada como inferior.

Estrasburgo, lunes 27 de abril de 2020

Referencias


[1] Fabienne Berthaud, « Un monde plus grand », 30 octobre 2019.
[2] Juan C. Mirre Gavalda, Catalina Fernandez de Ana Portela, « Champignons médicinaux », septembre 2017, ISBN : 978-84-608-1273-9
[3] Voir le site de la fondation TranceScience : https://www.trancescience.org/
[4] Jean Thoby, « Le chant secret des plantes », Rustica éditions, Paris (2019), ISBN : 978-2-8153-1285-1.
[5] Marc Henry, « Consciousness, Information, Electromagnetism and Water », Substantia, 4(1) : 23-36 (2020).
[6] Marc Henry, « L’Eau et la Physique Quantique », Dangles, Escalquens (2016). ISBN 978-2-7033-1147-8
[7] Marc Henry (2017), « Musique et physique quantique », Éditions Natur’Eau Quant, Strasbourg, ISBN 979-10-95620-01-3.
[8] Joël Sternheimer, « Musique des particules élémentaires », Comptes Rendus Acad. Sci. Paris, Ser. II, 297 : 829-834 (1983).
[9] Joël Sternheimer, « Procédé de régulation épigénétique de la biosynthèse des protéines par résonance d’échelle », brevet n° FR 92 06765 (1992), Brevet Européen, EP 0 648 275 B1, 29 août 1993.
[10] Isabelle Capitant de Villebonne, « Protéodies, une science qui dérange ? », Nexus, mai-juin 2017, 110 : 68-79.
[11] Jean-Pierre Gerbaulet, Marc Henry, « The ‘Consciousness- Brain’ relationship », Substantia 3(1): 113-118 (2019).
[12] Marc Henry, J.-P. Gerbaulet, « A scientific rationale for consciousness », Substantia 3(2): 37-54 (2019).

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El Científico Marc Henry y el Musinierista Jean Thoby. (Noviembre 2019)